Un centurión. El mismo que (Lucas vii. 3) se dice que envió mensajeros a nuestro Salvador. Pero no hay contradicción: porque lo que un hombre hace por medio de sus sirvientes o amigos, muchas veces se dice que lo hace él mismo. No vino en persona de la humanidad, pero con su mensaje mostró una fe extraordinaria. (Witham) --- El centurión muestra una fe mucho más fuerte en el poder de Cristo, que aquellos que derribaron al enfermo por el techo, porque pensó que la palabra de Cristo sola era suficiente para resucitar al difunto.

Y nuestro Salvador, para recompensar su confianza, no solo concede su petición, como lo hace en otras ocasiones, sino que promete ir con él a su casa a curar a su criado. San Juan Crisóstomo, hom. xxvii. El centurión era un gentil, un oficial del ejército romano. Según San Lucas, no vino a él en persona, sino que le envió mensajeros, quienes le pidieron que viniera: "Señor, no soy digno", etc. Estas dificultades pueden eliminarse fácilmente.

Se dice que una persona se presenta ante el juez cuando su consejo se presenta por él; por lo que puede ser que primero envió a sus mensajeros, y luego se fue él mismo. En cuanto a la segunda dificultad, se puede decir que los mensajeros agregaron la de ellos mismos, como aparece en el texto de San Lucas. (Menochius) --- San Agustín opina que no fue él mismo en persona, porque se creía indigno, sino que envió primero a los ancianos de los judíos, y luego a sus amigos, que en último lugar iban a dirigirse a Jesús en su nombre y con sus palabras.

(lib. ii de cons. Evang. cap. xx.) Así vemos que la petición de los dos hijos de Zebedeo fue hecha por ellos mismos a Jesucristo, según San Marcos; (x. 35,) y por boca de su madre, según San Mateo, xx. 20.

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