Siervos para ser obedientes. Los siervos deben respeto y sumisión a sus amos en todo lo que no sea contrario a la ley o la voluntad de Dios. De ahí que se les prohíba estrictamente murmurar ante sus órdenes, manifestar repugnancia por obedecerlas o censurar su conducta. Para evitar estos males, deben considerar a sus amos como el mismo Jesucristo, y sus mandamientos como los de Dios mismo: que San Pablo inculca a menudo en otros lugares de sus epístolas. (Efesios vi. 5, 6; Colosenses iii. 23.) (San Jerónimo)

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