Y sucedió que cuando Acab oyó esas palabras, rasgó sus ropas, se vistió con cilicio, ayunó y se acostó en cilicio y se fue en silencio, todos signos de profundo luto y arrepentimiento. Durante un tiempo, al menos, su pena fue sincera.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad