Cuando Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos, se puso tela de saco en su cuerpo, ayunó, se acostó en tela de saco y se fue en silencio.

Acab... rasgó sus vestidos... se fue en silencio. No era obstinado como Jezabel. Este terrible anuncio causó una profunda impresión en el corazón del rey, y lo llevó por un tiempo a un sincero arrepentimiento. "Iba suavemente", es decir, descalzo, y con una actitud pensativa dentro de las puertas. Manifestó todos los signos externos, convencionales y naturales, del más profundo dolor. Era desgraciado; y tan grande es la misericordia de Dios, que, como consecuencia de su humillación, el castigo amenazado fue aplazado. Pero no dio "frutos dignos de arrepentimiento", ni abandonó la idolatría y restableció la verdadera fe, ni restauró la viña mal habida de Nabot.

Pero el Señor hizo gala de su clemencia y longanimidad dándole una amplia oportunidad y mayores motivos para volver a Dios, que tendría misericordia de él, y a nuestro Dios, que perdonaría abundantemente.

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