No permita el Señor que extienda mi mano contra el ungido del Señor; él no quería, por parte del Señor, por cuenta del Señor, tomar venganza por su propia mano; pero te ruego que tomes ahora la lanza que está a su cabecera, a su cabecera, y el cántaro de agua, el cántaro de agua, y vámonos.

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