Cuando todo esto terminó, al final de la gran celebración de la Pascua, todo Israel que estaba presente salió a las ciudades de Judá y partió en pedazos las imágenes, las estatuas consagradas a Baal, y cortó las arboledas, la madera pilares, o Aserim, erigidos en honor de Astarté, y derribaron los lugares altos y los altares de todo Judá y Benjamín, es decir, el reino del sur, también en Efraín y Manasés, en el reino del norte, hasta que destruyeron por completo el centro comercial; dondequiera que tuvieran influencia en sus propios círculos, erradicaron todo vestigio de idolatría.

Entonces todos los hijos de Israel volvieron, cada uno a su posesión, a sus ciudades. Se había restaurado la adoración pura de Jehová en toda la tierra de Canaán, dondequiera que vivieran miembros de las tribus antiguas, y el pueblo esperaba un futuro feliz de paz y prosperidad nacionales.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad