Me levanté para abrirme a mi Amado, una vez más profundamente despertado en el amor y el anhelo; y mis manos cayeron con mirra, la mejor muestra de su amor despertado, y mis dedos con mirra aromática, cuyo perfume seguramente complacería al rey, sobre las manijas de la cerradura, mientras ella ansiosamente intentaba empujar el cerrojo.

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