Y en el segundo año del reinado de Nabucodonosor, cuando había avanzado de la posición de corregente a la de único regente del Imperio babilónico, que debió ser poco después de haber examinado a los jóvenes judíos que le habían traído, Nabucodonosor soñó sueños, se le concedió, por interposición de Dios, una visión del futuro en forma de símbolos, con lo cual su espíritu estaba turbado, muy fuertemente agitado, y su sueño se le escapó, de modo que no pudo recuperar la tranquilidad mental necesaria para un sueño tranquilo.

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