Entonces el rey, habiendo restaurado una vez más a los tres hombres a su favor, promovió a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia. De modo que la firmeza de estos hombres al confesar a su Dios, lejos de traerles desgracia, resultó en más bendiciones para ellos. Tenga en cuenta también que los milagros que el Señor realiza en interés de Su Iglesia resultan en beneficios para el estado también, de modo que los hombres están obligados a reconocer la mano de Dios en los asuntos de los hombres, incluso si no lo aceptan como el Dios de su salvación.

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