Entonces el rey se alegró mucho por él, a causa de la milagrosa liberación que había experimentado Daniel, y ordenó que lo sacaran del foso por una abertura que facilitaba que lo sacaran. Entonces sacaron a Daniel del foso, y no se le encontró ningún daño, ni siquiera un rasguño de la garra de una de las bestias voraces, porque creía en su Dios, y esta firme confianza fue recompensada con el Señor de esta manera.

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