Y cuando Abram escuchó que su hermano había sido llevado cautivo, armó a sus siervos entrenados, nacidos en su propia casa, trescientos dieciocho, y los persiguió hasta Dan. Cuando Abram recibió la noticia, los enemigos habían tenido un largo comienzo en su camino a su país de origen. Pero actuó con una velocidad y una energía encomiables, ya que era su hermano, su pariente cercano, cuya vida corría peligro. Inmediatamente reunió a los esclavos que habían nacido en su casa y que habían sido entrenados en el uso de armas, y literalmente los derramó en persecución de los ejércitos babilónicos, en el orden de batalla adecuado.

Había trescientos dieciocho de estos siervos, además de los hombres de Aner, Escol y Mamre, que fueron con Abram hasta el límite del extremo norte de Galaad, en Perea, donde después se encontraba la ciudad de Dan.

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