Y cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y un árbol deseable para hacerse sabio, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido con ella; y comió. El mal estaba hecho; el corazón de la mujer se apartó del Señor. La lujuria apareció en sus ojos: vio lo que nunca antes la había golpeado, que el árbol era bueno para comer y agradable a los ojos.

La lucha por una falsa independencia y libertad incitó aún más el deseo por el fruto prohibido; cuanto más miraba, más deseable le parecía obtener una comprensión del tipo que consideraba oculta para ella, sentir el placer de poseer secretos prohibidos. Así, en el corazón del hombre natural, que se ha apartado de Dios, crece toda forma de lujuria y deseo malignos, la lujuria de la carne, la lujuria de los ojos.

Y esta lujuria engendra pecado. La mujer tomó del fruto y comió. Luego, habiéndola tomado cautiva por el pecado, persuadió a su esposo de que comiera también del fruto. El pecador busca compañía y trata de seducir a los demás.

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