Y compró una parcela de campo, donde había tendido su tienda, de manos de los hijos de Hamor, por cien piezas de dinero. Jacob, confiando en las promesas del Señor y preparándose para una residencia aún más permanente en Canaán que Abraham, compró una posesión para sí mismo durante su vida. Este pedazo de tierra, con el llamado pozo de Jacob, se muestra hasta el día de hoy en la apertura sureste del valle de Siquem.

Jacob pagó por esta tierra cien piezas de dinero, cuyo valor ya no se puede determinar. Algunos eruditos piensan que cada moneda valía tanto como un cordero, mientras que otros opinan que había dinero en esos días que, de manera burda, tenía estampada la figura de un cordero.

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