Y el Señor dijo a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano? La acusación de Dios en este caso es similar a la de Adán y Eva después de su transgresión. El Señor confronta al asesino con una pregunta directa sobre el paradero de su hermano Abel, con la intención de obrar el arrepentimiento en su corazón. Y él dijo, no lo sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano? Esa es la actitud del pecador empedernido, negar toda responsabilidad, desafiar al Señor con una mentira audaz: no lo sé; ¿Se supone que debo ser el guardián y guardián especial de mi hermano? El pecado, cometido voluntariamente, siempre endurece el corazón, hasta que toda esperanza de arrepentimiento, de un dolor piadoso, es inútil.

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