Y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos consolará acerca de nuestro trabajo y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que el Señor ha maldecido. Aquí se ve que incluso los patriarcas sintieron la miseria de esta vida terrenal en toda su carga. Pero, de paso, Lamec, al explicar el nombre de Noé que le dio a su hijo, mostró que la esperanza mesiánica estaba viva en él y en su familia.

Como Eva, pensó que este hijo suyo era el Salvador prometido, el que traería descanso. Así, la fe y la esperanza de los padres antes del Diluvio estaban dirigidas hacia Cristo, y en esto concuerdan con los creyentes de todos los tiempos.

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