y su aliento, como un torrente desbordado, con toda la fuerza impetuosa de un manantial más fresco, llegará hasta la mitad del cuello, de modo que solo su cabeza se extienda por encima de la división de las aguas, para zarandear a las naciones con el tamiz de la vanidad, el resultado del zarandeo del Señor fue la nada, la destrucción; y habrá una brida en las fauces de la gente, haciéndolos errar, la referencia es o bien a los caballos salvajes, que deben ser mantenidos en sujeción con la fuerza, o a la manera en que a veces se encadenaba a los prisioneros, los prisioneros en cualquiera de los dos caso siendo forzado a la destrucción, como un castigo justo sobre ellos. Frente a esta destrucción tenemos la liberación de Israel, el pueblo de Dios.

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