Y el morador no dirá: Estoy enfermo, ninguno de ellos estará enfermo o débil; al pueblo que habita en ella se le perdonará su iniquidad, siendo éste, de hecho, el secreto de su fuerza. Y así se constituye la Iglesia de Dios, que consta de personas que han llegado a la plena realización de su propia impotencia, que están profundamente arrepentidos y que, como consecuencia, han recibido el don del perdón de sus pecados y se han basado en el Señor solo por todas sus fuerzas. Ese es el consuelo permanente de todos los creyentes.

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