Entonces, ¿con quién compararéis a Dios? ¿Por qué intentar hacer comparaciones que, en el mejor de los casos, son tan absolutamente inadecuadas e inútiles? ¿O qué semejanza le compararéis? Qué tonto es tratar de representarlo por uno de los ídolos que el profeta ahora procede a describir.

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