Pero Acaz, con mala incredulidad y repugnante hipocresía, dijo: No pediré ni tentaré al Señor. Habiendo decidido conseguir la ayuda de Asiria, rechazó la oferta de Jehová con un pretexto hipócrita. Este fue el clímax de la obstinación. Cuando la incredulidad asume las vestiduras de la piedad, el efecto es mucho más repugnante que la blasfemia abierta y la burla.

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