Y tú, tú mismo, dejarás de tener tu heredad que yo te di, repudiada, expulsada de su tierra; y te haré servir a tus enemigos en la tierra que no conoces; porque habéis encendido un fuego en mi ira que arderá para siempre. Así, los judíos perderían su herencia por su propia culpa, y los que persistieran en sus caminos impíos estarían sujetos a la ira eterna de un Dios santo, de la misma manera en que lo experimentarán los idólatras de nuestros días.

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