Hizo que muchos cayeran, sí, uno sobre otro, haciendo que Jehová mismo tropezara y se hundiera en el suelo; y dijeron: Levántate y vámonos otra vez a nuestro pueblo, que no eran más que visitantes y forasteros en Egipto, ya la tierra de nuestro nacimiento, de la espada opresora, para escapar de su ferocidad asesina. Así, los confederados y mercenarios de Egipto se prepararían para salvar sus propias vidas en la destrucción general.

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