Entonces ella corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto. "El primer día de la semana", según el cálculo cristiano; porque para los cristianos todos los días son sábados y ninguno especialmente santo, excepto en la medida en que son santificados y consagrados por la Palabra de Dios y la oración.

Esto fue el domingo, el tercer día después de que Jesús fue puesto en la tumba. Esta mañana varias mujeres del círculo de los discípulos partieron temprano hacia la tumba del Señor. De estos, el evangelista Juan menciona especialmente a María Magdalena, ya que la historia de los otros fue narrada por los primeros escritores de los evangelios. Era tan temprano que las sombras del amanecer todavía cubrían el campo, aunque la luz empezaba a despuntar.

Cuando María Magdalena, en compañía de las otras mujeres, llegó a la vista de la tumba del Maestro y vio que la piedra pesada que encajaba en la ranura antes de la abertura, y servía para cerrar la entrada, había sido quitada. , ella no esperó nada más. Las otras mujeres se quedaron e investigaron el asunto más de cerca, pero Mary volvió corriendo a la ciudad lo más rápido que pudo. Ya sea por diseño o por accidente, primero golpeó a Simón Pedro y Juan.

Se apresuró a verter en sus oídos lo que había visto, así como sus deducciones allí; pues parece estar segura de que el sepulcro había sido violado por alguien, tal vez incluso por las autoridades, que tenía sus propias razones para sacar el cuerpo del odiado nazareno. Ella dice apresuradamente su mensaje: Se han llevado al Señor fuera del sepulcro, y no sabemos dónde lo han puesto.

No estaba sola en sus miedos ansiosos, las otras mujeres estaban de acuerdo con ella. Aquí vemos el resultado de seguir las propias conjeturas y conjeturas en lugar de prestar estricta atención a la Palabra del Señor. Si todos los discípulos, hombres y mujeres, hubieran recordado de cerca las profecías del Señor acerca de Su Pasión y Resurrección, se habrían ahorrado muchos dolores de cabeza amargos. Los cristianos deben aprender cada vez mejor a escudriñar las Escrituras, a acudir a la Palabra en todas las diversas vicisitudes de la vida, en lugar de seguir sus propias ideas y sentimientos.

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