Por tanto, la ira del Señor se encendió contra Israel, se encendió, se encendió con una llama de ira, y los vendió en manos de Chushan-risathaim, rey de Mesopotamia, un poderoso monarca hacia el Oriente; y los hijos de Israel sirvieron a Chushan-risathaim durante ocho años, al verse obligados a pagar fuertes tributos.

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