Y Jael salió a recibir a Sísara, según la manera de la hospitalidad oriental, su objetivo era engatusarlo para que entrara en la casa, y le dijo: Acércate, señor mío, acércate a mí; no temáis. Quería desarmar todas las sospechas. Y cuando él se hubo vuelto hacia ella en la tienda, probablemente sintiéndose más seguro en los aposentos de las mujeres, ella lo cubrió con un manto, con una cubierta similar a una alfombra.

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