Los que mueren a espada son mejores, más afortunados que los que mueren de hambre, porque no se vieron obligados a sufrir las agonías de una muerte lenta; porque éstos se marchitan, heridos por falta de los frutos del campo. Tal fue el destino de los hombres, de los nobles de Judá y Jerusalén; mucho más lamentable fue el de las mujeres.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad