De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ella ha hecho para memoria de ella.

Con toda esta denuncia amontonada sobre ella, la mujer se quedó esperando pacientemente escuchar el veredicto de Cristo. Y no se decepcionó de su confianza. Más breve que de costumbre, Jesús toma su parte y la defiende de los ataques insensatos de los prosaicos discípulos y del codicioso Judas: Déjala; ¿Por qué la atiendes con abusos? Su interferencia injustificada en un asunto que, después de todo, le concernía a él y sólo a la mujer, le resultaba extremadamente desagradable.

Quiere que dejen de fastidiarla. Y no solo eso: una buena obra ha hecho para conmigo. Está complacido con la atención que ha recibido de sus manos. Siempre tenían a los pobres con ellos, y si estaban tan ansiosos por hacerles el bien, habría muchas oportunidades. No quiere desalentar el verdadero amor al prójimo y el altruismo; Más bien da a entender que los que están dispuestos a encontrar una salida suficiente para todos los sentimientos benevolentes.

Pero en el caso presente, debía recordarse que el Señor no siempre se quedaría con Sus discípulos y los demás en la antigua relación visible y familiar. La mujer ha pensado en esa posibilidad y ha hecho todo lo posible para mostrar su devoción mientras el Salvador aún estaba con ellos. Y, al mismo tiempo, ha anticipado los preparativos para Su entierro al derramar este ungüento sobre Su cabeza.

Su muerte y entierro se llevarían a cabo muy pronto, y ella no estaba demasiado pronto con su acto de bondad. Y Jesús agrega una palabra muy impresionante, diciendo que esta simple acción sería pensada y hablada en todo el mundo, dondequiera que se proclamara la noticia de Él, el Evangelio. Nota: Jesús predice que se predicará el Evangelio como tal, como noticia suya y de sus labores por la humanidad, promesa que nos resulta sumamente reconfortante en medio de los ataques que se hacen a los evangelios transmitidos; y declara que el Evangelio será predicado en todo el mundo, que la gloriosa noticia de la redención del hombre mediante la sangre del Salvador no se ocultará a nadie. Esta doble verdad fue el mejor y más alentador consuelo que pudo haberle dado a la mujer.

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