Y enseguida Jesús les dio permiso. Y los espíritus inmundos salieron y entraron en los cerdos; y la manada corrió violentamente por un empinado hacia el mar (eran como dos mil) y se ahogaron en el mar.

No en las inmediaciones del hablante, sino a cierta distancia, pero a plena vista, en la ladera de las colinas cerca del mar, había una gran piara de cerdos pastando. Para los judíos, los cerdos eran animales inmundos y no se les permitía comerlos. Pero aquí, en la frontera, los habitantes estaban poco influenciados por las costumbres y leyes judías. Los espíritus malignos sabían que Jesús no les daría permiso para entrar en ningún hombre, y por eso querían desahogar su despecho e impotencia en los animales mudos.

Cambiaron su súplica en este sentido, que podrían tomar posesión de los cerdos. El diablo es un asesino desde el principio. Si no puede destruir el alma del hombre, toma posesión del cuerpo; y cuando esto le está prohibido, tortura a las bestias brutas. Su único deseo es destruir la vida que Dios ha creado. Jesús aquí permitió, dio permiso a los espíritus para que hicieran lo que habían pedido; Mejor era que murieran animales que que el hombre, hecho a imagen de Dios, fuera atormentado.

El resultado: Con un gran alboroto, los cerdos, que eran unos dos mil, se arrojaron por el precipicio que dominaba el mar y se ahogaron en el agua. Al diablo, en su obra de destrucción, no se le permite dar un paso más allá de lo que Dios le permite. Nota: La razón por la que Dios a veces permite que los espíritus de las tinieblas y la destrucción hagan daño a Su creación es uno de los secretos que nuestra débil razón no puede sondear. Sabemos sólo hasta cierto punto, que la pérdida de dinero y bienes son castigos de Dios, mediante los cuales Él intenta sacar a los hombres de su seguridad.

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