Y ellos respondieron: Juan el Bautista; pero algunos dicen, Elías; y otros, uno de los profetas.

Jesús ahora por fin tuvo la oportunidad que había estado esperando y planeando durante algún tiempo. Su obra consistía en instruir a sus discípulos más plenamente en lo esencial de su llamamiento, porque esta preparación era muy necesaria. Dejando Betsaida-Julias, viajaron hacia el norte por etapas fáciles, hasta llegar a las cercanías, a los suburbios de Cesarea-Filipos. Ahora estaban en la provincia de Gaulanitis, o Auranitis, en la que Felipe era tetrarca.

Cesarea fue su capital. Se había construido en el lugar de la antigua aldea de Pallium, en la vertiente oriental del Líbano, cerca del nacimiento del Jordán. Felipe llamó a la nueva ciudad Cesarea, en honor al emperador, pero para distinguirla de la ciudad del mismo nombre en la costa occidental de Palestina, agregó su propio nombre como marca distintiva. Todo el distrito ahora se conocía con este nombre.

Era una región hermosa y próspera, sobre la que miraba hacia abajo el pico nevado del Hermón. Pero los habitantes eran, en su mayor parte, paganos. Jesús aquí tuvo el tiempo libre, mientras Su pequeña compañía viajaba lentamente por las carreteras, para impartirles parte de la información que luego les sería de gran utilidad. Pero también aprovechó la oportunidad para hacerles preguntas sobre el conocimiento que habían adquirido, un método que seguramente será efectivo en el caso de tal maestro.

Les preguntó, de manera preliminar, qué opinión tenía de él la gente, especialmente la del norte de Palestina, de Galilea y del país al oeste del Jordán. Le respondieron según la información que tenían. Muchos opinaban que era Juan el Bautista; otros, que era Elías en una reencarnación; otros, que era uno de los profetas. Vea el capítulo 6: 14-15.

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