El que reprende al escarnecedor, tratando de corregirlo, se avergüenza a sí mismo, sus esfuerzos se encuentran con insultos y burlona rechazo, y el que reprende al impío se mancha a sí mismo, es decir, su labor de amor tiene la recompensa de traer que lo desacredite con los hombres, que le amontone la deshonra.

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