Mi boca hablará alabanza del Señor, y se ocupará de ensalzarlo en todo lugar y en todo momento; y que toda carne, uniéndose al salmista en su himno de agradecimiento, bendiga Su santo nombre por los siglos de los siglos, glorificándolo por todas las diversas formas en que se manifestó para beneficio de la humanidad en general y de Su Iglesia en particular; porque los creyentes esperan la salvación eterna en el cielo.

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