REFLEXIONES

¡LECTOR! ¿Ha estado mirando a Dios en Cristo mientras pasaba por alto las distintas partes de este himno de alabanza? ¿Era este en verdad el Salmo de alabanza de nuestro David? ¿Y es nuestro también? ¡Oh! para que la gracia lo siga, en la regeneración, y lo mire como la salvación de Dios el Padre hasta los confines de la tierra. ¡Sí! bendito Jesús! ¡Te bendeciría, te adoraría, te amaría! En tu obediencia y muerte, contemplo toda la grandeza, bondad y gloria de Jehová manifestada a los pobres pecadores.

Tú lo has dicho, bendito Señor, en los días de tu carne. Quisiera estar entre los hombres que hablarán de tus poderosos actos, ahora estás en la gloria. ¡Le diría a cada pobre pecador, día a día, cuán misericordioso es el Señor! Les diría que el Señor Jesús sostiene a los que caen; y levanta a los abatidos. Me esforzaría por animar a cada pobre pecador de corazón quebrantado a experimentar esta misericordia, asegurándoles que el Señor está cerca de todos los que lo invocan; sí, a todos los que le invocan en verdad.

Repetiría una y otra vez el bendito tema del estímulo y les aseguraría que Jesús cumplirá el deseo de los que le temen; oirá su clamor y los salvará. ¡Precioso Señor! llena mi alma de ti mismo; y sea el único deseo ferviente de mi corazón, vivo y agonizante, y por toda la eternidad, que mi boca hable las alabanzas del Señor, y te bendiga ahora; y te bendiga por siempre!

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad