Que las palabras de mi boca, su oración sincera y la meditación de mi corazón, que dicta la oración, sean agradables a tus ojos, oh Señor, fortaleza mía, Roca de su refugio y Redentor mío, por cuya liberación ha mantenido una y otra vez. Así, todo hijo de Dios orará y cantará de boca y de corazón, con verdadera fe en el Evangelio, con firme confianza en la redención ganada por Cristo, en quien tenemos tanto el perdón como la fuerza para una vida de verdadera santificación.

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