14. Deja que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón. David pide aún más expresamente ser fortificado por la gracia de Dios, y así poder vivir una vida recta y santa. La esencia del versículo es esta: te ruego, oh Dios, que no solo evites que intervenga en los actos externos de transgresión, sino que también enmarques mi lengua y mi corazón a la obediencia a tu ley. Sabemos lo difícil que es, incluso para los más perfectos, frenar sus palabras y pensamientos, ya que nada puede pasar por su corazón o boca que sea contrario a la voluntad de Dios; y, sin embargo, esta pureza interior es lo que la ley requiere principalmente de nosotros. Ahora, cuanto más rara es esta virtud, cuanto más raro es este control estricto del corazón y de la lengua, aprendamos tanto más la necesidad de que nuestro Espíritu nos gobierne, a fin de regular nuestra vida de manera recta y honesta. Por la palabra aceptable, el salmista muestra que la única regla de vivir bien es que los hombres se esfuercen por agradar a Dios y que lo aprueben. Las palabras finales, en las que llama a Dios su fuerza y ​​su redentor, las emplea para confirmarse con la confianza asegurada de obtener sus pedidos.

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