Pero en mi adversidad, su titubeo, su cojera, dicho de cualquier angustia profunda, se regocijaron y se reunieron para presenciar el espectáculo de su gran angustia; sí, los abyectos, despreciables, degradados, se juntaron contra mí, y yo no lo sabía, gente de la que hasta entonces ni siquiera se había fijado; me desgarraron y no cesaron, lo atacaron con desprecio y risa, y no callaron;

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