Que todos mis enemigos se avergüencen y se enfaden, más bien, en una declaración definida, "serán avergonzados", estarán aterrorizados; que vuelvan y se avergüencen de repente, que su burla desdeñosa se convierta en la más abyecta vergüenza en un momento terrible, cuando el castigo de Dios los golpea. Así, todo pobre pecador, en medio de su ansiedad, puede mirar al Salvador con la simple confianza de la fe y regocijarse en su salvación, sin importar la actitud que adopten los enemigos.

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