REFLEXIONES

¡Mi alma! Mira, te lo encomiendo en este día, asegúrate de que tu lectura de estas preciosas porciones de las Escrituras se dirija todo al descubrimiento de Aquel de quien todos los profetas dieron testimonio; que dondequiera que en el bendito libro de Dios se dirijan tus meditaciones, busques a Jesús como a un tesoro escondido. Será hallado por los que lo buscan. Él nunca dirá (porque nunca ha dicho) a ninguno de los descendientes de David que oraran: Buscad mi rostro en vano.

Y ¡oh! ¡Bendito Santo de Dios! ¿No querrás ahora, como en los días pasados, no acercarte a los que desean acercarse a ti y, por las dulces enseñanzas e influencias de tu bendito Espíritu, hacer preciosos descubrimientos de todas las cosas que están escritas? ¿En la ley de Moisés, y en los profetas, y en los Salmos, acerca de ti?

¡Mi alma! ¡detente un momento más en este Salmo divino, que encierra en su seno tanto a Jesús! ¿Tu Señor así gimió, así clamó, y su preciosa alma estaba tan profundamente ejercitada cuando se presentó como tu Fianza? ¿Así lo hirió Jehová y lo afligió? Y en las temporadas de estos castigos, ¿lo amó el Padre con un amor que sobrepasa todo conocimiento? Por tanto, ¿le amó el Padre porque entregó su vida e hizo de su alma una ofrenda por el pecado? ¡Oh! luego, aprendan de ahora en adelante cómo estimar correctamente las aflicciones.

Al que el Señor ama, castiga, y azota a todo el que recibe por hijo; No, alma mía, recuerda, si soportamos la disciplina, Dios nos trata como a hijos. ¡Oh Cordero de Dios! hazme olvidar mis aflicciones delante de las tuyas. Bebiste hasta las heces de la copa del temblor; para que tus redimidos beban del cáliz de la salvación. Tú, la cabeza gloriosa de tu iglesia, quitaste todo el aguijón del dolor en el aguijón de la muerte, que es el pecado, para que tus miembros no sientan aguijón en sus dolores, por su interés y unión en ti.

¡Granizo! ahora resucitado, exaltado y triunfante Salvador; ahora has vencido a todos tus enemigos, y nuestra victoria está asegurada en la tuya. Incluso ahora, con tu fuerza y ​​tu justicia, pedimos a todos los que hacen iniquidad que se aparten de nosotros; porque nuestras personas y nuestras oraciones son aceptadas en ti, y dentro de poco nos sentaremos contigo en tu trono, así como tú has vencido, y te has sentado con tu Padre en su trono. Amén.

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