Conviertes al hombre en destrucción, transformando la orgullosa fuerza y ​​la belleza de sus cuerpos en partículas trituradas, en polvo, y dices: Vuélvete, hijos de los hombres, una generación hundiéndose en la miseria de la tumba, y una nueva generación que se levanta por Su voluntad creativa. Desde el momento de nuestro nacimiento llevamos en nuestro cuerpo el germen de la muerte; el contraste está entre la omnipotencia y la inmutabilidad de Dios y la fragilidad y la vanidad del hombre.

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