Amor por los mandamientos de Dios

Salmo 119:33

Dos veces el salmista dice: "Tus mandamientos que amé", y luego procede a dar la clave del amor perfecto por ellos en las palabras: " Meditaré en tus estatutos". Los momentos fugitivos dedicados a la Palabra de Dios nunca conducirán a un afecto profundo y ferviente por ella. Si miras de pasada una gran pintura, no te cautivarás con ella. En la galería de Dresde, los conocedores pasarán horas ante un solo cuadro de Rafael.

Se van y regresan al día siguiente. Hacen suyo el cuadro mediante una prolongada comunión con sus inigualables formas. Uno de ellos dijo: "Podría dedicar una hora todos los días, durante años, a ese conjunto de ideales humanos, angélicos y divinos, y en el último día del último año descubrir una nueva belleza y una nueva alegría". Pero, ¿qué pensamientos, qué ideales, puede expresar el genio en una pintura que pueda compararse con esos grandes pensamientos de Dios, del cielo y de la eternidad, que se dan en la página de la Escritura? ¡Seguramente no podemos esperar tomar posesión de tales pensamientos en menos tiempo del que los amantes del arte dedican a una obra maestra! ¡Debemos meditar!

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