El apóstol pasó ahora al tema de la colecta para los santos en Jerusalén, acerca del cual había escrito en su carta anterior ( 1 Corintios 16:1 ). Cita el ejemplo de las iglesias de Macedonia. Se entregaron

(1) al Señor,

(2) a los apóstoles y hermanos santos. Esta acción de los cristianos macedonios está en armonía con el Espíritu de Cristo. Aunque tiene cuidado de decirles que no está hablando por medio de un mandamiento, sin embargo les da su juicio, y es que así como fueron ellos quienes debían comenzar en este asunto, también fueron ellos quienes ciertamente debían completar el acto.

Luego establece el verdadero principio sobre el cual los dones son aceptables para Dios. Es la disponibilidad, de modo que el valor de un regalo nunca se contabiliza intrínsecamente, sino por las posesiones de un hombre. El apóstol tiene cuidado de evitar cualquier posibilidad de mala interpretación en asuntos financieros. "Pensamos en las cosas honorables, no sólo a la vista de los hombres". Es urgente que no se haga nada que pueda ser malinterpretado por los hombres del mundo. Contra esto, el apóstol se guardó cuidadosamente asegurándose de que tales cosas fueran atendidas por personas debidamente acreditadas, evitando él mismo con diligencia el manejo del dinero.

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