La atención del vidente ahora se dirigió nuevamente al orden celestial. Se ve a los redimidos de pie con el Cordero, una compañía de almas obedientes que lo siguen "adondequiera que va".

A diferencia del séptimo ángel que había tocado la trompeta, Juan ahora se refiere a "otro ángel". En este punto, se describe a los ángeles no caídos ejerciendo un ministerio extraordinario en la tierra. El primero de ellos proclama las buenas nuevas eternas. Otro más proclama la caída de Babilonia. Habiendo sonado el Evangelio que llama a los hombres a la sumisión, y la derrota de Babilonia anuncia "otro ángel, un tercero", sale con un mensaje de advertencia.

En este anuncio es evidente la continuidad del reconocimiento divino de la voluntad humana. Todos están llamados a elegir. La bestia y el profeta insisten en que los hombres reciban su marca, y los que se niegan son asesinados. Por otro lado, el ángel mensajero de Dios advierte contra recibir esa marca.

Es en ese sentido que se anunció: "Bienaventurados los muertos que de ahora en adelante mueren en el Señor". A aquellos que a través de terribles sufrimientos sean fieles hasta la muerte se les concederá el camino de entrada al servicio superior.

Una doble visión del juicio inminente se da en las figuras de la cosecha y la viña. En cuanto a la cosecha, se dice brevemente: "El que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada". Ese barrido de la hoz en la mano derecha del Hijo del Hombre es un símbolo perfecto del juicio final y todo-inclusivo. La figura de la vendimia es un ángel sosteniendo una hoz y recogiendo "los racimos de la vid de la tierra".

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