La observación de la vida religiosa no trae más satisfacción. En este breve pasaje no se expresa desprecio por la religión, pero no se manifiesta absolutamente ninguna alegría o satisfacción. La vida está totalmente condicionada bajo el sol. El reconocimiento de Dios siempre es fastidioso. Esto se basa en gran parte en la concepción de Dios, que es el resultado inevitable de tal vida, esa concepción que ya hemos visto manifestada en las palabras anteriores del rey.

Todas las cosas que él propone aquí son buenas en la medida de lo posible, pero todas necesitan algo que se les agregue antes de que finalmente puedan expresar las cualidades de la vida religiosa que dan descanso al alma. Aquí no hay nada más que una advertencia, basada en el miedo. Breves frases tomadas de estas palabras revelarán la verdad de ellas. "Guarda tu pie cuando vayas a la casa de Dios", "No te apresures con tu boca", "Cuando jures ... no tardes en pagar". "Tema a Dios."

Volviendo nuevamente a una revisión general de las condiciones en las que viven los hombres, el predicador apeló contra la sorpresa ante la opresión. Su razón de la apelación muestra cuán baja era su concepción de Dios. Declaró que todas estas cosas son conocidas por Aquel que es más alto que lo alto, y la deducción que hizo es que Dios no interfiere, que todas las iniquidades son parte del gran sistema. Sin embargo, los prósperos no deben ser envidiados, porque el que tiene posesiones no las posee.

Otros se los comen y el dueño simplemente los contempla. De hecho, el mero cuidado de la riqueza se convierte en motivo de inquietud. En vista de todas estas cosas, hay una sola actitud, que el predicador aconseja: No acumulen nada, sino disfrútenlo. La única respuesta que Dios le da al hombre es el gozo que encuentra al comer y beber y al usar para sí mismo las cosas que posee. Es el consejo del egoísmo puro, pero siempre lo dan quienes viven enteramente "bajo el sol".

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