Este capítulo da el relato de la quinta aparición de Dios a Abram en la que se hizo un pacto divino. En este punto, su nombre fue cambiado de Abram, que significa padre exaltado, a Abraham, que significa padre de una multitud. El cambio fue significativo, ya que puso énfasis no en la importancia del hombre, sino en el propósito de Dios a través de él. Aquí Jehová se anunció a sí mismo como El-Shaddai, cuyo significado completo es Dios todo suficiente.

Abraham se rindió a la revelación en postración de adoración y así entró en una región aún más elevada de comunión. Fue entonces cuando se designó el símbolo de la circuncisión. Este iba a ser un signo exterior y visible de una relación interior e invisible. Es bueno recordarnos a nosotros mismos que, si bien este rito era de hecho el signo de una relación espiritual, no era de ninguna manera caprichoso y cruel, sino higiénico y benéfico. La ciencia médica ha puesto ahora su sello en el valor del rito.

En este punto también se cambió el nombre de Sarai a Sara. El significado del nombre antiguo es incierto. El significado de lo nuevo es Princesa, en el sentido de que iba a ser la madre de las naciones. La risa de Abraham, a diferencia de la posterior de Sara, fue la risa de alegría; y si las preguntas formuladas parecen sugerir dudas, el hecho de planteárselas cara a cara ante Dios es evidencia del triunfo de la fe.

Fue ahora que Abraham, en comunión, dio expresión a algo que evidentemente estaba tirando de su corazón. Ismael era querido para él. La respuesta de Dios no fue la disciplina, sino la realización de un propósito divino. Dios es siempre paciente con nosotros cuando el corazón se aferra con afecto a algún método que no es el suyo. Sin embargo, nunca permite que el hombre de fe se salga con la suya. Hay una bondad que sería cruel. Hay una aparente crueldad que es la esencia de la bondad.

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