Este breve capítulo cuenta la historia de la locura de Ezequías. Después de su recuperación, una embajada llegó desde Babilonia aparentemente para felicitarlo. Que su motivo real era siniestro es evidente por la actitud de Isaías cuando se acercó al rey y lo reprendió. Ezequías, halagado por su llegada, les mostró todos sus tesoros, y así les reveló secretos que deberían haber estado ocultos a sus ojos. El profeta lo reprendió y predijo que las mismas cosas que había mostrado a los visitantes algún día serían llevadas a Babilonia, y que su descendencia serían eunucos en el palacio del rey de Babilonia. Todo esto se cumplió literalmente. La respuesta de Ezequías al profeta fue sumisión y agradecimiento al reconocer que por el resto de su vida al menos habría paz y verdad.

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