La profecía ahora está dirigida a la propia Babilonia, y en un lenguaje lleno de fuerza y ​​belleza describe su juicio. La descripción es cuádruple. Primero, se predice la degradación de la ciudad. De una posición orgullosa es descender a la molienda y la vergüenza.

Además, esta es una situación de desgracia. Babilonia pasará a las tinieblas y ya no será llamada "La Señora de los Reinos".

Una vez más, el juicio se emitirá con desolación. La orgullosa ciudad que se había jactado de que no podía ser movida y nunca conocería el dolor, quedará sin hijos y enviudada en un día, y esto a pesar de toda la hechicería y el encantamiento.

Finalmente, el juicio será la destrucción total de la ciudad. El fuego no será para consolar, sino para quemar, y todos los que habían traficado con la ciudad desde su juventud la abandonarán, sin que nadie pueda salvarla.

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