Jehová prometió de inmediato que si Israel regresaba, se establecería. Entonces el profeta declaró que el juicio estaba decidido. Hizo un llamamiento a la gente para que se arrepintiera, y no en una manifestación externa, sino en realidad y de corazón. Se describe a la gente como presa del pánico debido al peligro inminente.

Entre paréntesis (vers. 4: 1 o), la angustia del profeta se revela al ver caer el juicio. No obstante, continuó con su mensaje y describió el rápido ataque del enemigo, y volvió a apelar seriamente a Jerusalén para que se apartara de la maldad.

Después de esta descripción, su angustia se manifiesta nuevamente en un lamento (vers. 4: 19-26). Le dolió el corazón al ver venir la destrucción, y más aún cuando reconoció que era el resultado de su propio pecado. La imagen que se extendió ante su visión fue de devastación generalizada. A pesar de su dolor, declaró que el juicio era inevitable, porque la palabra del Señor había sido pronunciada, y advirtió al pueblo de la angustia que debía ser su porción en el día de la visitación.

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