Habiendo declarado así que el juicio estaba decidido, el profeta ahora declaró cuidadosamente la razón para ello. Esto fue, primero, la total corrupción de la conducta. Entre la gente no había de mentir un hombre que fuera veraz y justo. Decepcionado en su búsqueda, se volvió hacia los grandes hombres y los gobernantes, quienes también habían "roto el yugo y reventado las ataduras". Por tanto, el juicio era ciertamente inevitable y el perdón imposible.

La segunda razón fue que no creyeron el mensaje. Habían declarado que el castigo no recaería sobre ellos. Luego se repite la declaración del juicio y se describe el terror de la misma. Cuando cae, si preguntan por qué Jehová los ha visitado así, la respuesta sería porque lo habían abandonado.

Finalmente, la razón del juicio final es el corazón rebelde y rebelde del pueblo. No eran ignorantes, sino obstinados. Tenían ojos, pero no veían, y oídos, pero no oían. Se habían desprendido deliberadamente del temor de Dios. La codicia había sido su maldición y se había expresado en esta persistente rebelión. Toda la razón se resume gráficamente como "algo maravilloso y horrible". Los profetas, los sacerdotes y el pueblo estaban unidos en su pecado, y no había otra alternativa que la del juicio.

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