En esta limpieza del Templo por segunda vez —él había hecho lo mismo al comienzo de Su ministerio— el Señor reveló Su concepción del secreto de toda rectitud y fortaleza cívicas. Reveló para siempre las leyes de la pureza cívica. Él vino a Su ciudad y Su Temp1e; que Él limpió para que las mismas fuentes de las corrientes de influencia, siendo puras, las corrientes se vuelvan puras.

La maldición de la higuera fue el único milagro de juicio que realizó Jesús, y la fuerza principal de la misma no es directa, sino parabólica. Tenía perfecto derecho a hacer el uso que eligiera de las creaciones de su propio poder para enseñar sus lecciones.

Llegamos ahora al comienzo del último conflicto. Los principales sacerdotes y desafiaron su autoridad. Respondió a su pregunta con otra. Juan lo había bautizado, y en ese bautismo había recibido la unción de autoridad para el ministerio público. Ahora les pregunta cuál era la autoridad para el bautismo de Juan. No podían decir "De los hombres", porque eran cobardes. No dirían: "Del cielo", porque eran hipócritas. Entonces, con serena dignidad, consciente de que ya les había respondido, se niega a profundizar en la cuestión de la autoridad.

Nuestro Señor ahora ejerció su autoridad hablando en su audiencia parábolas autoritativas directamente aplicables a ellos, como ellos mismos descubrieron.

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