El ciclo se cierra con el llamado final del profeta y la promesa de Jehová. El llamado era al pueblo a volver, porque por la iniquidad habían caído. El método sugerido fue traer las palabras de arrepentimiento, abandonando todos los dioses falsos, con la confianza de que se hallaría misericordia en Jehová. A esto Jehová respondió con un mensaje lleno de esperanza, declarando, primero, que Él restauraría, porque Su ira se había desviado.

Luego, en un pasaje lleno de exquisita belleza, anunció su determinación de renovar a su pueblo ya las naciones circundantes. Él sería como el rocío para Israel, que así volvería a ser fructífero, y los que moraran bajo Su sombra entrarían en la bienaventuranza. En respuesta a esto, se representa a Efraín rompiendo a hablar, que es el lenguaje de la reinstalación completa y perfecta.

El profeta cierra con una breve palabra que constituye una aplicación de la enseñanza de su mensaje para todos los tiempos, afirmando que los caminos de Jehová son correctos y que el destino del hombre está determinado por su relación con ellos.

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