No se dan detalles de la infidelidad de Gomer, pero en el segundo movimiento se ve al profeta alimentando su propia agonía, y por ese proceso aprendiendo la verdadera naturaleza del pecado de su pueblo como Dios lo conocía y sentía. Todo lo que Oseas dijo acerca de Gomer fue también el lenguaje de Jehová acerca de Israel. Así como ella había violado su pacto con él, también lo había hecho Israel con Jehová. La acusó de la peor forma de infidelidad, prostitución, que es pecar por un precio; y aparente en la acusación es la mezcla de la terrible ira del amor herido, con una sugerencia de piedad y misericordia.

En la última parte de esta sección, el profeta habla solo en nombre de Jehová, y la tragedia de su propia vida es el trasfondo de la ilustración. La actitud divina fue severa y tierna. Jehová cercaría el camino de Su pueblo, y se describe gráficamente su vana búsqueda de los frutos de la prostitución. Con ternura los conduciría al desierto, hablándoles al corazón, y en el valle de Acor se les abriría adorador de esperanza.

La codicia del profeta en este método se manifiesta en su predicción de que Israel todavía respondería, como en los días de su juventud, que su compromiso con Jehová sería para siempre, y que sería descrita como Ruhamah en lugar de Loruhamah, como Ammi en lugar de Loammi.

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