Este es el sexto y último del Hallel. Es el canto de la victoria perfecta, y sin duda fue arreglado para ser cantado por la procesión triunfal mientras se dirigía al Templo para la acción de gracias y la adoración. Sin embargo, es casi imposible rastrear sus divisiones de esa manera. En cuanto a su objeto, se puede dividir así:

Introducción. El llamado a la alabanza (vv. Sal 118: 1-4).

El triple cántico de Israel, de Aarón, del pueblo (vv. Sal. 118: 5-27).

Conclusión (vv. Sal 118: 28-29).

El llamado es a alabar específicamente por la perdurable misericordia de Jehová. Está dirigido a Israel como el sirviente ideal; a la casa de Aarón como sacerdocio; a todos los que temen al Señor. A este llamado, la personificación de Israel responde primero en un cántico que narra la historia de angustia y liberación que había caracterizado la historia de los largos años (vv. Sal 118: 5-18). El sacerdote Aarón, que tenía el derecho de entrar por todas las puertas, retoma el cántico y los desafía a que lo admitan, regocijándose en la exaltación que Jehová le ha hecho (vv.

Sal 118: 19-22). Entonces el pueblo canta las maravillas de las obras del Señor y se entrega a Él (vv. Sal. 118: 23-27). Finalmente, el salmista da una nota de acción de gracias personal que termina con un llamado a la alabanza. Este es principalmente el canto de triunfo del Cristo, Él el Siervo ideal, Él el Sacerdote perfecto, Él el Líder del pueblo. Cuánto significaron para Él todas estas palabras cuando las cantó esa noche en el aposento alto.

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